Según un artículo aparecido en DiarioAs, un estudio revela que el exceso de sedentarismo provocado por el encierro en casa al inicio de la pandemia de COVID-19 aumentó el riesgo de trombosis.
Cuando comenzó la pandemia de COVID-19 cualquier persona que acudía al hospital insuficiencia respiratoria se convertía automáticamente en sospechosa de padecer la enfermedad, “y más si presentaba niveles plasmáticos elevados de dímero D. Sin embargo, la misma clínica puede corresponderse con un tromboembolismo pulmonar (TEP)”, concreta el equipo del intensivista Diego Franch-Llasat en el último número de Medicina Intensiva.
De ahí su sorpresa cuando el centro donde trabajan, el Hospital Virgen de la Cinta, en Tortosa, recibió en menos de diez días (del 22 al 30 de abril) a cuatro pacientes con TEP grave que, sin embargo, habían dado negativo en las PCR y serologías de anticuerpos IgM e IgG. “Nos llamó la atención el elevado número de casos en tan poco tiempo. En los últimos tres años, en nuestra UCI hemos ingresado una media de siete TEP al año sin una especial mayor incidencia durante el mes de abril. La teoría vascular de los pacientes COVID-19 ya había cobrado fuerza, por lo que inicialmente sospechamos que podían ser TEP secundarios a la propia enfermedad”, cuentan. Todos ellos fueron tratados con heparina y su evolución fue satisfactoria.
La causa podía ser el sedentarismo
Descartada la posibilidad de que estuvieran contagiados de coronavirus, “nos seguía llamando la atención que personas jóvenes, sólo por el hecho de estar recluidos en casa, sufrieran TEP graves”. Hasta en la mitad de los eventos tromboembólicos venosos, explican, puede no identificarse un factor causal. “El 50% restante están causados por factores clínicos o ambientales, transitorios o prolongados, que aditivamente inducen estados de estasis venosa, hipercoagulabilidad y daño endotelial. Los principales factores de riesgo incluyen la cirugía, la inmovilización y el cáncer. Otros factores asociados serían la obesidad, los antecedentes de eventos tromboembólicos venosos, las enfermedades inflamatorias y los factores genéticos”, añaden.
El estudio de factores genéticos no reveló alteraciones significativas en este caso, pero, tras analizar a los pacientes en profundidad, dedujeron que la TEP podía haber sido causada por una forzada vida sedentaria a causa del confinamiento decretado por el Gobierno el 14 de marzo: “Nos planteamos entonces si la inmovilidad secundaria al confinamiento podía justificar este pico de incidencia de TEP en nuestra UCI”.
En las pesquisas posteriores, tres de los cuatro pacientes confesaron haber estado sentados más de ocho horas al día de media en las últimas semanas, aunque ninguno dijo haber permanecido más de dos horas seguidas sin levantarse. “Estos tres pacientes presentaban al menos sobrepeso y uno de ellos tenía antecedentes de trombosis venosa profunda y una cirugía menor reciente. El otro paciente refería haber estado unas seis horas de media sentado al día y fue el único de los cuatro que presentó un estudio de coagulación anómalo que se tradujo en un anticuerpo lúpico positivo, causante de estados de hipercoagulabilidad”.