Todas las personas vivimos nuestro día a día. Nos relacionamos con otras personas y nos enfrentamos a diferentes situaciones.
Como seres humanos sensibles, gracias a nuestro cerebro consciente y subconsciente percibimos todo lo que sucede en nuestro entorno.
Las situaciones que nos rodean – tanto buenas como malas, negativas o positivas impactan en nuestro cerebro, y este fenómeno ocurre en tan sólo una sexta parte de segundo. Este periodo de tiempo, una sexta parte de segundo ha sido descubierto por un científico francés.
Esta velocidad, una sexta parte de segundo es absolutamente incontrolable de forma consiente por nosotros. Esto quiere decir que siempre nos impacta nuestro entorno sin poder evitarlo y la mayoría de las veces este impacto pasa totalmente desapercibido.
¿Entonces esto quiere decir que no podemos controlar cómo nos impactas las emociones?
Efectivamente, no podemos controlar como nos impactan, pero si podemos influir en nuestra forma de reaccionar ante las emociones.
Llegado a este punto, nos podríamos preguntar, ¿si esto va tan rápido podemos disponer de alguna ayuda para tener tiempo de analizar lo que está pasando?
Pues sí, tenemos una gran ayuda y es la que recibimos de nuestro cuerpo en forma de mensajes.
Fisiológicamente, cuando experimentamos una emoción, autamáticamnete se producen en el cerebro, unas sustancias químicas conocidas como neuropéptidos. Estos neuropéptidos se transportan a través de la circulación sanguínea directamente a un órgano especifico. Esto quiere decir que según la emoción sentida se produce un neuropéptido especifico que se aloja en un órgano receptor.
Sabemos que existen 6 emociones básicas, aunque en un reciente estudio liderado por el neurocientífico Alan Cowen, de la Universidad de California,
ya se han definido hasta 27 emociones diferentes.
El miedo, la sorpresa, el asco, la ira, la alegría, la tristeza son los más habituales.
El miedo tiene como función protegernos, pero si permanecemos mucho tiempo en estado de miedo, acabará afectando a un órgano especifico que en este caso es el riñón. Por ejemplo: se puede sentir miedo de no poder llegar a fin de mes.
La sorpresa afecta el corazón. Aunque el corazón está preparado para soportar cierto nivel de sorpresa. Está cubierto por una membrana que se llama pericardio que protege al corazón de emociones de tristeza y alegría.
Por ejemplo, si una persona está viendo un partido de futbol y marca su equipo le puede producir un impacto tan fuerte que si el pericardio no es lo bastante resistente puede darle un infarto.A este hecho se le conoce cómo el síndrome del corazón feliz. Tanto la alegría como la tristeza afectan al mismo órgano, que es el corazón
El asco. Si nos mantenemos mucho tiempo en esa emoción se verán afectadas las mucosas y el intestino. Por ejemplo, una persona come algo con asco, le pueden salir pupas en la boca.
La ira, la rabia o la cólera afectan el hígado.
La rabia hace que se produzcan sustancias que provocan la inestabilidad del hígado produciendo desarreglos en el funcionamiento de éste. Si el hígado no funciona de forma equilibrada podría desencadenar la destrucción del propio cuerpo.
También se puede identificar otros sentimientos como el sentimiento de desprotección. El sentirse vulnerable hace que nuestro sistema de protección que son las defensas se debilite.
Por eso cuando tenemos un disgusto más o menos fuerte, bajan las defensas y se puede coger un resfriado o desarrollar cualquier otra enfermedad relacionada con el sentirse vulnerable.
El desánimo o la melancolía afectan al sistema hormonal. Parece ser que las mujeres se ven más afectadas y lo pueden notar rápidamente ya que tienen un sistema hormonal muy complejo
Podríamos decir que las emociones descritas aquí son las básicas. Existen muchas más con diferentes variantes según cada persona.
Algo que debemos tener en cuenta es que cada persona tiene una emoción o actitud predominante. Por ejemplo, delante de una situación conflictiva una persona huirá, otra se enfrentará y otra se bloqueará.
Entonces cuando vivimos una situación que nos ha generado una emoción, pero en ese momento no nos hemos dado cuenta de lo que ha sido, podemos descifrar lo que nos ha pasado, volviendo a pensar y contrastando con la reacción de nuestro cuerpo. Es muy importante hacer este proceso ya que la mente nos puede engañar, pero el cuerpo nunca miente y va a expresar lo que realmente pensamos.
Hacerse consciente de nuestras emociones puede llevar mucho tiempo y mientras identificamos la emoción y la situación real que nos ha hecho daño hay que reparar el daño físico que estamos sufriendo. Es importante tratar el daño físico ya que se ha dicho anteriormente que las emociones se sienten en el cuerpo y el cuerpo físico se daña dando lugar a enfermedades que pueden ser muy graves.
El reparar el daño físico hará que seamos más fuertes físicamente así tendremos más fuerza para gestionar la emociones. Esto es un círculo vicioso o virtuoso, como lo queramos ver. Las emociones apoyan el físico y el físico apoya las emociones. Pero una cosa es cierta omitir una de las dos vertientes, la física o la emocional nos priva de salud.
Ahora cada uno de nosotros puede decidir qué camino va a emprender.