Nuestro sistema de defensas está dividido básicamente en dos partes
- Mucosa defensiva
- Defensas adaptativas internas
Podemos imaginar nuestro cuerpo como una ciudad amurallada y la mucosa sería la muralla.
La mucosa es como la piel interna que cubre el tejido respiratorio y el digestivo:
- Respiratorio: nariz, cavidad nasofaringe, laringe, tráquea y bronquios. El tejido mucosa respiratoria comunica exterior aire
- Digestivo: boca, esófago, estómago, intestino delgado, intestino grueso. El tejido mucosa digestivo comunica exterior con alimentos
En primer lugar, está la saliva, que es muy rica en compuestos con funciones antibacterianas y antifúngicas que eliminan muchos de los microbios que entran en nuestra boca cuando comemos o simplemente cuando nos llevamos, inconscientemente, los dedos a la boca.
Los componentes que nos defienden de microbios, hongos, bacterias son la estaterina, la transferrina, la lactoferrina, la lisozima y la muramidasa y el tiocianato.
Se han hecho comprobaciones y se ha descubierto que la microbiota influye directamente en la inmunidad. Activa las células defensoras T y lo hace gracias a las células dendríticas del intestino. La células T respaldan la acción de las células T-heper1 que son primordiales ante la respuesta inmunitaria contra infecciones víricas, desencadenando todo el potencial inmunoregulador de los probióticos
El tejido linfoide asociado a mucosas (TLAM), forma parte del sistema inmune aunque con cierta independencia del sistema sistémico. Está formado por agrupaciones de tejido linfoide que, según su localización, se denominan tejido linfoide asociado a bronquios (TLAB) y tejido linfoide asociado a intestino (TLAI)
El sistema linfoide está integrado por órganos linfoides: … – Secundarios: bazo, ganglios linfáticos, tejidos linfoides asociados a mucosas (MALT) que incluye amígdalas, apéndice vermiforme, placas de Peyer, adenoides. La médula ósea es el único órgano hematopoyético y linfoide a la vez.